TOLERANCIA CERO CON LA MUTILACIÓN GENITAL FEMENINA

El 6 de febrero se celebra el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, una práctica que se suele ejecutar entre la infancia y la adolescencia en determinados países.

Fue el 20 de diciembre de 2012 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución para proclamar este Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina.

¿QUE ES LA MUTILACIÓN GENITAL FEMENINA?

La mutilación genital femenina comprende todos los procedimientos que involucran la escisión parcial o total de los genitales femeninos externos u otras lesiones a dichos órganos por razones no médicas. En la mayoría de las ocasiones, esta práctica se realiza a niñas o mujeres adolescentes. No está avalada por ninguna religión ni se ha demostrado que suponga beneficios para la salud; al contrario, suele producir complicaciones en la persona tanto a nivel físico como a nivel emocional y psicológico.

Según los datos de Unicef, alrededor de 200 millones de mujeres han sufrido mutilación genital femenina, mayoritariamente en 31 países de África y Oriente Medio (de los que se dispone de datos), además de Indonesia, aunque también persiste en países asiáticos como India, Iraq o Pakistán, algunas comunidades indígenas en Latinoamérica y en poblaciones migrantes de Oceanía, América y Europa.

Los motivos por los que se continúa practicando la MGF tienen una fuerte base sociocultural, influida por el patriarcado y la violencia machista. Se considera como un paso necesario para el desarrollo de la niña y su preparación para ser mujer. A través de la mutilación, se busca controlar su conducta sexual, que entre dentro de lo socialmente aceptable, que intente asegurar la llegada al matrimonio sin haber tenido relaciones previas, y la fidelidad durante este. 

Algunos sondeos realizados por Unicef entre la población donde se realiza este tipo de práctica han reflejado que una gran mayoría de mujeres, incluso hombres, están en contra de ella, sin embargo, la presión de la comunidad sobre las personas, el miedo a ser rechazadas o no poder contraer matrimonio en un futuro (siendo esta la única manera de subsistir), hace que la MGF se perpetúe.

ACABAR CON LA MUTILACIÓN GENITAL FEMENINA PARA 2030

La mutilación genital femenina está reconocida internacionalmente como una violación grave de los derechos humanos, la salud y la integridad de las mujeres afectadas.

La erradicación de esta práctica se encuentra dentro de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, en concreto, dentro del  objetivo 5, que busca la igualdad de género y el empoderamiento de mujeres y niñas. Específicamente, se habla de la eliminación de todas las prácticas nocivas, como el matrimonio infantil, precoz y forzado, y la mutilación genital femenina.

Muchos de los países donde se practica han desarrollado leyes contra la MGF. Estas son unas noticias estupendas, ya que, como hemos comentado otras veces, la legislación también educa en valores. Si en mi país, por ejemplo, la homosexualidad está penada por la ley, lo que aprendemos como sociedad es que la diversidad en nuestras sexualidades es “mala” y hay que castigarla. Sin embargo, es necesario complementar esta legislación con esfuerzos coordinados y sistemáticos en los que participen las comunidades en torno a la concienciación sobre los derechos humanos, la igualdad de género, la educación sexual y la atención a las mujeres afectadas.

Las medidas que se adopten no se deben limitar a prohibir, sino que es fundamental trabajar con las tradiciones culturales locales, y no contra ellas, intentando modificar las actitudes individuales relacionadas con la mutilación genital.

Desde la sociedades occidentales solemos caer en un cierto “colonialismo” enarbolando la bandera de la moralidad en las costumbres, cayendo, en ocasiones, en infantilizar a las mujeres racializadas y simplificando un tema tan complejo como este; como ejemplo, cuando decimos “las costumbres que tienen en África” como si el continente africano fuese un barrio al sur de nuestros países cuando, en realidad, hablamos de muchos países con muy distintas costumbres, ideologías y religiones.

Para fomentar la erradicación de la MGF es necesario hacer también una cura de humildad dentro de esta cultura occidental, para así poder enfocarlo desde el respeto, empoderando a la mujer para que sean el motor del cambio social e incidiendo en la educación en el respeto a los derechos básicos de la persona.

Ha habido un incremento drástico en los últimos años de las cirugías estéticas genitales, procedimientos como la reducción de los labios menores o el estrechamiento vaginal, con el fin de parecer más jóvenes, o tener unos genitales más bonitos, en las culturas modernas obsesionadas con la juventud y la belleza.

Son prácticas distintas, pero tienen algunos puntos en común.  Ambas conllevan modificar los genitales de la mujer sin razones médicas justificables. Ambas se llevan a cabo por normas y expectativas culturales. La principal diferencia radica en el consentimiento. Las mujeres que se someten a cirugías estéticas lo demandan voluntariamente, mientras que las niñas a las que se les practica la MGF nunca son consultadas. Sin embargo, aquí es cuando nos tenemos que plantear cómo de “libre” son determinadas decisiones que toman las mujeres. La industria de la belleza, la capitalización de la salud, los medios de comunicación nos hacen creer que hay unos “genitales deseables” cuando cada genitalidad es única y deberíamos valorarla como tal.

Otro tipo de mutilación genital que, por lo general, pasa desapercibida y que tampoco es consentida es aquella que se realiza a las personas intersex. Una persona intersex tiene caracteres sexuales (cromosómicos o gonadales o genitales…) que no se identifican claramente con el binarismo establecido “masculino” o “femenino”. Actualmente en nuestras sociedades, la asignación del sexo al nacer se realiza en función de la genitalidad. Cuando nace una persona con características intersex en sus genitales, suele resultar difícil esta “sexación”. La tendencia durante mucho tiempo, aunque en la actualidad por suerte está disminuyendo, es “corregir” quirúrgicamente los genitales para que se puedan identificar con más claridad como genitales de hombre o genitales de mujer.

Estas cirugías son, desde el punto de vista de la salud de la persona, completamente innecesarias. Son tratamientos irreversibles, invasivos y dolorosos, en bebés y niñes incapaces de proporcionar su consentimiento; con graves secuelas en la salud física y mental.

Dado que toda persona debería tener derecho a decidir sobre su propio cuerpo, estos procedimientos violan derechos humanos básicos, como el derecho a la autodeterminación, integridad y autonomía corporal.

Por tanto, hablar de MGF no sólo es hablar de “aquellas cosas que les pasan a las mujeres en África”, sino plantearnos que la vulneración de los derechos de mujeres y niñes en el mundo tienen que ver con un sistema patriarcal cisheteronormativo, que se basa en un binarismo de género y que lleva al mantenimiento de ciertas prácticas que no podrán ser erradicadas por completo hasta que no se erradique el propio sistema.