Ahora que llegan las vacaciones de verano, tenemos unas mejores condiciones para cuidar y fomentar la intimidad en pareja.
En el servicio de asesoramiento y terapia sexual de nuestra entidad, solemos encontrarnos con algunas situaciones que tienden a repetirse en las parejas a las que atendemos. Vemos que, al margen de la particular idiosincrasia de cada una, se suelen dar una serie de dificultades que no tienen tanto que ver con cuestiones diádicas (de pareja), sino con el contexto histórico concreto en el que les ha tocado a estas vivir y convivir.
Sin lugar a dudas, una de las circunstancias que más afecta hoy en día a las parejas, tanto a nivel relacional como erótico, es el ámbito laboral y las horas de dedicación que este requiere. Nos encontramos muchas veces con parejas que, sin tener un problema convivencial claro ni en principio grandes dificultades eróticas, acuden a consulta por lo que ellas mismas refieren como falta de deseo o un deseo que no es el de antes.
Cuando indagamos un poco en la demanda, descubrimos que, en realidad, y debido a los ritmos de trabajo actuales, los diferentes horarios laborales, turnos rotativos…, esa pareja se encuentra con dificultades que se derivan de una premisa: no tienen tiempo para dedicárselo así mismos como pareja, y que en el caso de las parejas con hijos suele venir acentuado.
Como consecuencia de esto, es habitual ver parejas que acuden a terapia frustradas, ansiosas y en modo queja, que demandan muchas veces soluciones que arreglen su problema y les devuelva al estado de gracia y felicidad anterior.
Es cierto que en este punto, y de cara a acompañar a estas parejas, los sexólogos tenemos que ser conscientes de que estas dificultades de incompatibilidad de horarios y poco tiempo libre, afectan y mucho a la relación de pareja.
Nos guste o no, nos toca trabajar en esta realidad, y hacerlo además de la mejor manera posible.
Tenemos claro que, aunque suene a tópico, cada pareja es diferente y vivirá esta realidad de forma particular, pero, en cualquier caso, nos parece interesante comentar algunas de las claves que solemos utilizar en consulta a la hora de afrontar esta dificultad tan típica del momento actual que vivimos.
Antes de enumerar estas claves, eso si, debemos realizar algunas aclaraciones previas acerca del deseo.
Hay que entender siempre a que nos referimos cuando hablamos de deseo.
Suele ser bastante común que, cuando hablamos de deseo, lo entendamos como algo que se tiene o no se tiene. Es importante entender que, frente a esta idea, es necesario hacer saber a las parejas que muchas veces el deseo aparece una vez se ha iniciado la relación sexual: no hay que esperar siempre a tener ganas, las ganas vienen cuando se inicia la relación sexual.
Dicho de otra forma, el deseo se parece más a algo convexo que cóncavo. No se trata tanto de rellenar una falta de, no tengo deseo y hago algo para llenarme de él, sino de fomentar una fuerza que está ahí y que todas las personas tenemos latente.
Es importante, además, aclarar de qué se tiene deseo o falta de este. No es lo mismo no tener deseo sexual frente a una persona, que no tener deseo sexual frente a una practica erótica concreta. Hablamos de diferenciar entre deseo de algo y deseo de alguien.
Algunas claves que nos pueden ayudar
- Más que sacar tiempo y espacios donde no los hay, se trata de estar presentes y buscar espacios y momentos de calidad en pareja.
- A pesar de la frustración que nos pueda ocasionar la no disponibilidad de tiempo, es importe no caer en la queja y adoptar la actitud de aprovechar al máximo el tiempo en común. Entendamos siempre que nuestra sexualidad es reflejo de cómo estamos.
- Acudir al encuentro erótico con una mentalidad lúdica. Lejos de actitudes de exigencia con nuestra pareja, es importante entender todo como un juego: hemos venido a jugar.
- El humor y la risa son grandes aliados en el enriquecimiento erótico y en el trabajo del deseo. Además de hacer el amor, hagamos el humor.
- El uso de las fantasías, tanto en solitario como en pareja, nos enriquece eróticamente. Hagamos uso de ellas.
- Sacarnos de la cabeza la obligación de desear y, en su lugar, adoptar la búsqueda activa de nuestros deseos y los de nuestra pareja. Juguemos a descubrir que nos pone.
- Si nos encontramos perdidos y no sabemos por donde tirar, las siguientes tres preguntas nos pueden servir de orientación:
- ¿qué es lo que no ha funcionado en nuestra pareja otras veces? (para no repetirlo)
- ¿qué funcionó en su momento y luego dejó de funcionar? y
- ¿qué creemos que podría funcionar esta vez?
- Para saber que es lo que nos podría funcionar, es importante conocer nuestros gustos eróticos. En terapia muchas veces tenemos como tarea la lectura de un listado de parafilias, que nos puedan dar ideas de cosas que nunca hemos probado. No se trata de escoger del listado, sino de utilizarlo como inspiración para nuestro enriquecimiento sexual.
- El coito está fenomenal, pero no es la única de las opciones. Procuremos entender nuestra sexualidad más a allá de lo que hagamos con nuestros genitales. Juguemos a fomentar y trabajar el deseo a través de todas las partes de nuestro cuerpo.
- Descubrir nuestros anclajes eróticos de forma que dispongamos de más recursos que enriquezcan nuestra sexualidad, y podamos utilizarlos en un momento dado. Cuando hablamos de anclaje erótico nos referimos a conocer que pensamientos o fantasías nos excitan o nos ponen más. Si, por ejemplo, nos excita mucho que nos muerdan la oreja, podemos utilizar esa fantasía para activar el deseo.
- No forzar nunca a nuestra pareja ni a nosotros mismos a realizar cosas que no nos convenzan. El empezar probando algo novedoso en ningún caso significa que lo tengamos que llevar hasta el final. Si no nos sentimos a gusto podemos parar y pedir que se pare.
- Sentirnos a gusto con nosotros mismos, con ropa, maquillaje, o lo que nos haga sentir mejor, fomenta que tengamos una mejor actitud ante nuestra sexualidad y la de nuestra pareja.
- Acudir al encuentro erótico con nuestra pareja desde lo que somos y no tanto desde lo que se supone que deberíamos ser. No se trata de parecer más progre o conservador, sino de que la vivencia sea acorde con lo que somos, pensamos y sentimos. Seamos personas sinceras y auténticas.