¿Porno feminista?

A raíz del anuncio con el que se promocionó el Festival Internacional de Cine Erótico de Barcelona de este año, pudimos leer varios artículos tanto a favor como en contra del mismo; y es que el porno es un tema que sigue levantando ampollas y en el que las feministas están claramente divididas

¿Es posible la existencia de un porno feminista? En el seno del feminismo se dan dos corrientes opuestas: la abolicionista, que busca acabar con la pornografía; y la anticensura o movimiento prosex que pretende cambiarla, pero no prohibirla.

El debate está servido.

Las feministas abolicionistas consideran que, en el porno, la mujer se toma como un objeto al servicio del hombre, que se presenta en una posición denigrante, y que es el origen de la violencia sexual contra las mujeres, ya que hoy en día el porno es la principal fuente de educación sexual, es decir, los hombres aprenden qué es el sexo viendo porno y después pretenden reproducir en la vida real lo que ven en la pantalla.

Una de sus frases más famosas, que resume esta idea, es de Robin Morgan: La pornografía es la teoría y la violación la práctica. Consideran que los hombres, al ver estas películas, creen que tienen derecho de acceso libre al cuerpo de las mujeres, y que lo único que hace el porno es ratificar esta supremacía masculina.

En oposición a ello, Gayle Rubin opina que la pornografía no es el origen del sexismo sino una consecuencia más del mismo.

La posición abolicionista presenta a las mujeres como víctimas y siempre en una situación de peligro. En algunos momentos, sus defensoras más radicales han llegado a considerar que toda relación heterosexual es una violación, ya que se basa en los cimientos del patriarcado, en la supuesta superioridad del hombre sobre la mujer, y hay quien ha planteado que la revolución feminista pasa por toda eliminación de la actividad sexual. Esta idea tiene su origen en el feminismo cultural de los años 70, que considera a los hombres predadores sexuales cuya sexualidad es violenta, compulsiva e incontrolable.

Es en este clima de peligro absoluto en donde se plantea la abolición de la pornografía, para la protección de las mujeres.

Esto pone de manifiesto uno de los debates típicos en la materia: placer frente a peligro. En las feministas abolicionistas prima la seguridad de las mujeres, al concebir a los hombres como agresores, frente a la posibilidad de que las mujeres experimentemos nuestro propio placer.

Una de las críticas que hace el feminismo prosex a esto es esa diferenciación entre la sexualidad de las mujeres y la de los hombres; parece implícito que los hombres tienen un deseo irreprimible que les lleva a desear actos sexuales violentos y que las mujeres tienen una sexualidad suave, tierna y emotiva. Si esto fuera así, si la sexualidad masculina es tan abominable y desoladora, Alice Echols, a favor del a postura prosex, plantea la paradoja de ¿qué se lograría eliminando la pornografía?

Además, con un argumento más favorable a la diversidad, las feministas prosex plantean la posibilidad de que la sexualidad femenina sea tan agresiva y potente como la masculina. Critican esta diferenciación entre sexualidad masculina-agresiva/sexualidad femenina-tierna, alegando que su origen está en los dictados del patriarcado, uno de cuyos pilares es el binarismo de genero y la diferenciación, oposición y enfrentamiento de hombres y mujeres, de lo masculino y lo femenino.

El abolicionismo también argumenta que la pornografía, hoy en día, es la principal fuente de educación sexual de niños, niñas y adolescentes. Así como la pornografía mainstream (la pornografía de producción mayoritaria) tiene una fuerte carga violenta hacia las mujeres y obvia el placer de estas para centrarse en el placer del hombre y muy especialmente en el coito. Los adolescentes entienden que esto es lo normal y es lo que luego tratarán de reproducir en sus relaciones sexuales.

Las feministas prosex alegan que esto no es culpa directa de la pornografía sino que es reflejo de la primacía que, en esta sociedad, se da a unas prácticas sobre otras. A este respecto, Paul Preciado señala que el mejor antídoto contra la pornografía dominante no es la censura, sino la producción de representaciones alternativas de la sexualidad, hechas desde miradas divergentes de la mirada normativa. Aquí entrarían corrientes como el porno alternativo, que presenta estéticas y cuerpos no normativos, distintos a los que estamos habituados a ver en el porno, prácticas diversas como el sadomasoquismo y, por supuesto, el mal llamado porno para mujeres cuya voz más representativa es Erika Lust.

Otro de los argumentos del feminismo abolicionista versa en torno a las actrices porno y, de nuevo, la posición de desventaja en la que se encuentran. Considera que estas mujeres son víctimas, que en todo caso han sido engañadas para llegar a esa situación. A este respecto, Ruwen Ogien señala la paradoja de la teoría del consentimiento, ya que las feministas abolicionistas tienen claro que cuando una mujer dice no, es no, pero llegan a la conclusión de que cuando dice sí, es no.

Las feministas prosex entienden que esto es infantilizar a las mujeres y negarles una capacidad propia de decisión como seres humanos.

Quizá debiéramos plantearnos qué puede tener de malo el cine pornográfico si no consideramos malo el sexo. Es un hecho que un gran número de personas se excitan viendo como otras tienen prácticas sexuales, puede incluso llegar a ser inspirador, y prohibir la pornografía demoniza el sexo y lo coloca una vez más en la categoría de lo malo y escondible.

Además, prohibir la pornografía en ningún caso nos asegura que vaya a terminar con ella, como se demuestra con cualquiera de las cosas que se han intentado prohibir, como las drogas e incluso la esclavitud, para lo único que sirve es para relegarlas al mercado negro, fuera de la ley, donde son más incontrolables todavía.

No hay ninguna duda de que la pornografía mainstream, las películas y los clips a los que se tiene acceso hoy en día, es una pornografía que denigra a la mujer, que en muchas ocasiones esta puede llegar a ser engañada para filmarla mientras mantiene relaciones sexuales, y que es reflejo del mundo patriarcal en el que vivimos.

Este tipo de pornografía obvia por completo el placer y el deseo de las mujeres y se centra en lo que esta sociedad determina que ha de gustar a los hombres: el coito como práctica estrella y la eyaculación masculina como final deseable de todo acto sexual, pero para que esto cambie, más que prohibir la pornografía habría que dar mejor educación sexual a la ciudadanía y conseguir una igualdad real entre hombres y mujeres; aceptando la diversidad existente entre personas y no entre géneros.

Si la pornografía reflejara la diversidad de opciones y gustos sexuales que tenemos las personas, los adolescentes aprenderían que la diversidad de gustos y prácticas es lo normal y no que el sexo sea tener un coito y finalizar todo encuentro sexual con una eyaculación masculina.

La normatividad una vez más es el gran enemigo y, desde ahí, podemos plantearnos ¿por qué pensamos de forma automática que si una chica está atada, y la están golpeando, está ahí en contra de su voluntad? ¿Eso no puede gustarle a una mujer? Está claro que la mayoría de las que lo hacen hoy en día se ven obligadas a ello, pero nuestra reflexión va un poco más allá, y cuestiona lo prototipado del deseo de las mujeres, porque no se hace la misma crítica a las películas en las que son los hombres los encadenados y las mujeres las que les golpean.

De nuevo, os planteamos que si todas las personas fuéramos sexualmente libres muchas cosas cambiarían en este mundo. Si se hace con libertad y con gusto, nadie que debe cuestionar las preferencias sexuales de otra persona.

Pero es cierto que el motivo que lleva a las mujeres a hacer este tipo de escenas y, con gran frecuencia, a entrar en el mundo del porno a día de hoy, no es otro que el patriarcado. En la industria del porno, las mujeres ganan un dinero que difícilmente pueden ganar de otra manera. Fuera del porno los hombres ganan más dinero en los mismos trabajos que las mujeres, y las profesiones en las que más dinero se gana están reservadas para ellos. ¿Qué pasaría si las mujeres tuviéran acceso a mayores salarios fuera del mundo del porno? Quizá algunas no lo verían como una manera fácil de ganar dinero. Lo fácil seria formarse y salir al mundo laboral para ganar dinero conforme a tu valía y esfuerzo, no conforme a lo que la sociedad determina que vale tu género.

Por otra parte, no hay que olvidar que un importante número de mujeres dicen estar contentas al realizar pornografía. Estas suelen ser mujeres empoderadas, independientes, que tienen claro que ese es su trabajo, y a las que les suele gustar el sexo sin tener ningún tipo de complejo por ello.

Empoderemos entonces a las mujeres en todos los ámbitos de la vida y permitamos que sean libres para decidir qué quieren hacer con ella, qué es bueno o malo para cada mujer.

Hay ocasiones en las que las feministas abolicionistas pretenden salvar a algunas mujeres que no necesitan ser salvadas. Si se ilegalizara la pornografía llegaríamos a la paradoja de crear delitos que, en ocasiones, carecerían de víctimas. La prohibición no es el camino para solucionar lo denigrante, que es la mayor parte de la pornografía en la actualidad, como Paul Preciado pensamos que lo que hay que hacer es cambiar el porno, no prohibirlo, por ello, aunque no nos guste el nombre porno para mujeres, creemos que es algo necesario, porque no hay que incidir en una diferenciación ficticia entre géneros. Muchos hombres dan las gracias cuando conocen este tipo de porno porque, ¿acaso es exclusivo de las mujeres que les guste el buen trato hacia las personas o las producciones bien cuidadas?

La pornografía no es más que un genero cinematográfico que tiene la peculiaridad de pretender excitar al espectador, lo mismo que el cine de terror pretende producir miedo o las comedias risas. Como dice Amarna Miller, el problema de su trabajo no es el trabajo en sí, sino el estigma social que hay en torno al mismo.

Otra vez más, el problema está en la percepción del sexo que se tiene en esta sociedad, algo oscuro, algo a esconder, algo por lo que nos tenemos que sentir mal o culpables tanto hombres como mujeres. El hecho de que sea un tema tabú es lo que puede llevar a querer copiar lo que se ve en pantalla, pero eso no ocurriría si tuviéramos una verdadera educación sexual donde entendiéramos que el respeto al otro y la voluntad del otro son básicos, y que no podemos hacer lo que vemos en pantalla sin el consentimiento real de la otra persona. ¿Por qué cuando terminamos de ver una película violenta no vamos asesinando a la gente por la calle? Porque entendemos que eso es ficción, pero no lo vemos así cuando se trata de cine porno, ya que al carecer de educación sexual, de otros referentes, cuando vemos una película porno creemos que eso es el sexo.

Por último, prohibir el cine porno tendría el efecto de convertir el tema en algo más vergonzante todavía, sin embargo, ampliarlo y cambiarlo contribuiría a naturalizarlo. Cuando prohibimos algo es porque consideramos que es malo, y el sexo no sólo es natural en todas las personas, sino que es algo positivo que contribuye a nuestro crecimiento y nuestro bienestar integral. El deseo y las apetencias de cada persona son individuales y diversas y todas son igual de válidas siempre, que se realicen en absoluta libertad.