Gracias a los tratamientos antirretrovirales la esperanza de vida de las personas con VIH se ha conseguido aumentar de manera notable, pero surgen nuevos retos de atención para el sistema sanitario que, además de abordar el VIH, ha de abordar patologías inherentes a la edad que suponen problemas de salud adicionales e impiden la estabilidad clínica de estas personas.
¿Por qué?
La infección por VIH provoca inmunosenescencia, envejecimiento progresivo del sistema inmunitario manifestado por menor respuesta a vacunas, mayor susceptibilidad a infecciones e incidencia de neoplasias y enfermedades autoinmunes, que sumado a inflammageing, envejecimiento cronológico que contribuye al desarrollo de arterioesclerosis y demás patologías, dan lugar a un envejecimiento prematuro y comorbilidades propias de la edad avanzada.
La infección por VIH provoca inmunosenescencia, envejecimiento progresivo del sistema inmunitario
Ya desde etapas iniciales de la infección, tiene lugar el paso continuado de microorganismos a través de la mucosa intestinal al torrente sanguíneo, que somete al organismo a un proceso de inflamación constante capaz de dañar multitud de órganos y lo expone, de forma continuada, a un estado fisiológico vulnerable ante todo tipo de agentes estresantes, lo que favorece la disminución de la reserva natural del mismo, la cual tiende a disminuir ya de por sí durante el proceso de envejecimiento (Sindrome de Fragilidad en el Anciano).
¿Qué ocurre?
A mayor edad, la recuperación inmunológica es menor, y más lenta, de manera que la progresión del VIH es más rápida que en personas jóvenes. Entre un 30% y un 40% de las personas se diagnostican con una enfermedad avanzada, lo que deriva en una mortalidad temprana, de ahí la importancia de un diagnóstico e inicio de la TAR de manera precoz.
La infección por VIH conlleva un promedio de 4,9 años sobre la edad biológica, que aumenta por si sola un 19 % de riesgo de mortalidad desde el momento de la infección. La administración de TAR y fármacos para tratar comorbilidades aumenta la posibilidad de interacciones medicamentosas y efectos adversos.
Entre un 30% y un 40% de las personas se diagnostican con una enfermedad avanzada
Según estudios de la CoRIS12 (Cohorte de la Red de Investigación en Sida), el aumento de riesgo de comorbilidades se asocia a edades superiores a los 50 años, junto a una peor respuesta inmunológica a la TAR y por consiguiente menor supervivencia. Es por esto que consideramos persona mayor, en edad avanzada, a toda persona con VIH mayor de 50 años, las cuales representan más del 50% de las personas infectadas en España en la actualidad.
Con la edad el organismo sufre de pérdida de masa muscular, aumento de grasa alrededor de órganos abdominales y pérdida de la misma en cara y extremidades, pérdida de masa ósea (especialmente en la mujer durante y después de la menopausia), aumento de la presión arterial, arterioesclerosis e infarto de miocardio, además de un aumento del colesterol LDL (malo) y azúcar en sangre.
El 50% de las personas con VIH en España, en la actualidad, es mayor de 50 años
Patologías cardiovasculares, cánceres no relacionados con SIDA, fracturas óseas y osteopenia, insuficiencias renales o hepáticas, deterioro cognitivo y fragilidad aparecen hasta una década antes en personas seropositivas.
¿Qué hacer?
Para conseguir mejorar la calidad de vida de las personas seropositivas no sólo hay que tratar la infección por VIH y paliar los efectos de la TAR, sino también prevenir comorbilidades y promover hábitos de vida saludables que ralenticen, en la medida, de lo posible el proceso de envejecimiento y las responsabilicen de su autocuidado. Es necesario, por tanto, incidir en el manejo de los factores de riesgo controlables de enfermedades como cardiopatías, diabetes y osteoporosis, tales como una dieta equilibrada, ejercicio físico y abandono de hábitos tóxicos.
La dieta debe de ser variada y equilibrada, con un adecuado aporte de nutrientes (hidratos de carbono 55%, proteínas 10-15%, grasas menor 30%), vitaminas, minerales y fibra. Es conveniente disminuir la ingesta de grasas saturadas trans, que se encuentran en productos animales y alimentos procesados; disminuir la sal y los azúcares, para proteger al sistema cardiovascular; aumentar los alimentos ricos en calcio, para favorecer al sistema musculoesquelético; e ingerir mínimo 2 litros de agua al día, que ayudarán a los riñones en la detoxificación de la sangre.
Es necesario llevar una dieta equilibrada, realizar ejercicio físico y abandonar los hábitos tóxicos: tabaco, alcohol y drogas
El ejercicio físico aeróbico disminuye el riesgo de enfermedad cardiaca, combate la osteoporosis, ya que manteniene fuertes los huesos y músculos, y un peso en rango saludable, además de influir de forma muy positiva el estado anímico y reducir el estrés.
El abandono de hábitos tóxicos, como el tabaquismo, disminuye en gran manera el riesgo cardiovascular para las personas seropositiva,s además de evitar varios tipos de cáncer como el de pulmón, vejiga, laringe, boca… La disminución de la ingesta de alcohol evita lesiones en el hígado, previniene la aparición, o curación, de la hepatitis, y el abandono del consumo de drogas disminuye las posibles interacciones de estas con la TAR, impide el acumulo de droga en sangre y evita la muerte por sobredosis.
¿Y ahora qué?
Se ha de empezar por tanto, a considerar a las personas mayores seropositivas como un colectivo vulnerable que precisa de recursos sanitarios específicos, debido a la complejidad asistencial que presentan ya que no padecen de una enfermedad crónica cualquiera sino de una enfermedad crónica que precisa de un cambio en el modelo de asistencial donde intervenga un equipo multidisciplinar e interdisciplinar.
Es muy importante un diagnóstico y un inicio de la TAR de manera precoz.
Sin duda la existencia de comorbilidades justifica también el aunar esfuerzos en la prevención de la enfermedad ya que pese a no ser mortal incide negativamente en la calidad de vida de personas que la padecen.
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