Ayer, 30 de enero, se celebró como cada año, el Día Escolar de la Paz y la No Violencia, un día en el que se recuerda que la educación en y para la tolerancia, la solidaridad, la concordia, el respeto a los Derechos Humanos, la no-violencia y la paz deben ser pilares de nuestra sociedad, con el compromiso de los centros educativos como defensores de la paz y entendimiento entre personas de distinta procedencia y modos de pensar.
Un día en el que se celebra el aniversario de la muerte del Mahatma Gandhi (India, 1869-1948), líder pacifista que defendió y promovió la no violencia y la resistencia pacífica frente a la injusticia y que fue asesinado por defender estas ideas.
Una educación pacifica, diversa y amable dota a les jóvenes de conocimientos, actitudes y competencias que refuercen su desarrollo como ciudadanos globales críticos y comprometidos con sus derechos y los de otras personas. Y así tratamos de implementarlo desde la entidad en cada uno de nuestras charlas, talleres o programas, como EL PODER DE SER AMABLE, donde ponemos en marcha una capacitación en amabilidad para la educación por la paz, convivencia respetuosa y valores sociales y democráticos.
Hoy queremos poner voz a esa violencia que tristemente tanto se arroja sobre la diversidad de nuestres jóvenes y hacen necesaria una educación en estos valores desde edades tempranas. Lo hacemos con dos testimonios, dos experiencias vividas por personas de nuestra comunidad y que han querido contarlas para concienciar sobre la violencia en la adolescencia como un problema creciente.
PRIMER TESTIMONIO
Desde muy pequeñite he recibido comentarios de mi entorno cercano acerca de mi expresión de género, sobre todo relacionado con los gustos que tenía o la gente de la que me rodeaba. Si jugaba al futbol era raro, si tenía fuerza, si corría rápido, si retaba a los chicos o si todos mis amigos eran chicos también…todo para les niñes era raro.
Cuando somos pequeñes, y sobre todo une niñe como yo, que he tenido la suerte de tener una familia que me ha dejado experimentar con el género a mi antojo, el colegio se convierte en un lugar bastante hostil.
Desde primaria, la palabra “marimacho” ha estado en boca de mucha gente, por el simple hecho de no ser “como las demás niñas”. Todo esto me persiguió durante unos años y lloraba en casa sin que mis padres lo supieran y poco a poco terminas relativizando los cuchicheos, a bloquearlos, incluso a pensar que efectivamente te lo merecías. De repente un día has convertido todo eso en rutina y hasta que une amigue o une profesional no te pregunta y ¿qué tal tu etapa escolar? no activas todas las alarmas. Yo no fui capaz de darle nombre a lo que sufrí hasta hace muy poco, aún hoy me cuesta escribir en este blog el nombre que se merece.
A veces recuerdo la palabra “marimacho” y la escucho con el tono despectivo de quienes me lo llamaban, yo que con 11 años solo quería divertirme como el resto y tuvieron que convertir lo que debía ser una infancia feliz en una infancia llena de traumas.
A veces también recuerdo la palabra “fea” en los recreos, ¿porque tenía granos?, ahora pienso “disculpa, estaba en pleno crecimiento, perdóname por estar desarrollándome”, ¡hasta una profesora me regañó por no llevar maquillaje para taparlos el día que nos hacían fotos con 14 años!
Otras veces me da por recordar la primera vez que escuché la palabra “bollera” como insulto, yo que siempre había escuchado a mis tías, casadas y enamoradas decir esa palabra como algo totalmente empoderante desde que tengo uso de razón.
Conforme crecí, ya con 16 años, te das cuenta de que ya no juegas al fútbol, de que ya no tienes tantos amigos chicos, de que te has reconducido casi inconscientemente para sobrevivir, para vestir como el resto, para encajar con el resto y que hasta tus conversaciones son como las del resto. Incluso las mías, que llevaba sabiendo que era bisexual desde que tengo 15 años nunca mencioné ni a una chica que me gustó por el simple hecho de no darles la razón a todos aquellos que utilizaban la orientación sexual o expresión de género asociada con ella como insulto.
No le deseo a nadie encerrarse los recreos en el baño o en clase, es cierto que soy consciente de que muchos profesores hicieron oídos sordos a la situación y como yo no dije nada ni hice nada todo pasó como si no lo hubiera hecho. Aún así espero que los casos de acoso escolar disminuyan porque con las redes sociales a veces es incluso más invisible.
Ahora, como persona trans fuera del armario y bisexual aún me doy cuenta de todo lo que falta en las instituciones académicas, para empezar, pedagogía y educación, no solo a niñes, también a padres y profesorado, que son les encargades de transmitir a sus hijes valores basados en el respeto mutuo para no ejercer violencia sobre sus compañeres.
Todavía queda un largo camino por recorrer y a mí, hoy, con 22 años y en mi último año de carrera, me han dicho profesores que “siempre seré una mujer” aun avisando previamente de mi identidad.
Compañeres seguimos en lucha, y esperemos que pronto esto sean realmente casos aislados, que las medidas que se tomen sean contundentes y que la educación sea la base para acabar con ello.
SEGUNDO TESTIMONIO
Cuando estaba en 3º de la E.S.O empecé a encontrarme realmente mal con mi cuerpo, mi autoestima estaba por los suelos y como consecuencia me encerré muchísimo en mí misma.
Por aquel entonces me junté con dos chiques que también estaban pasando por un momento malo y creí que tener ese apoyo me ayudaría. Al principio me sentía identificada con elles y sentía que mis sentimientos eran validados, pero poco después me di cuenta de que no estábamos en el mismo punto y que nuestras realidades estaban más alejadas de lo que creía.
Cada vez hacían más comentarios y bromas sobre mi cuerpo, “te van a llamar para el siguiente anuncio de Michelin” cada vez empeoraron más estos comentarios y de ser frases “chistosas” de los que decían ser mis amigues pasaron a ser comentarios muchísimo más duros como “enciérrate en el baño hasta que vomites y bajes de 60”. Esta situación duró aproximadamente un año y me ha causado secuelas hasta ahora con 23 años.
Los problemas con mi cuerpo comenzaron en 2º de la E.SO y al llegar a 3º y vivir esta situación violenta llegué a un punto de no retorno. Tuve que comenzar terapia dos años después y sigo arrastrando ciertos problemas relacionados con mi alimentación que, a pesar de llevar lo mejor posible, en ocasiones sigo reviviendo estas situaciones y repitiéndome lo que me decían en el colegio.
Si me estás leyendo y te sientes identificade en algún punto me gustaría decirte que todo esto va a pasar y que al final encontrarás espacios que te acepten y te quieran tal como eres.
Estas son solo dos experiencias pero son muchas las que suceden cada día en las aulas, tal y como nos trasladan nuestras educadoras. Situaciones violentas que alumnos han puesto en conocimiento a nuestro equipo en algunos talleres son:
- Mis compañeros me hacen el vacío
- Como soy muy estudiosa, me llaman empollona y se ríen de mí
- Una profesora se niega a llamarme por mi nombre elegido y me llama por mi deadname, aunque ya está cambiado en las listas y todo.
- Unos vecinos me esperan en el barrio al volver del instituto y me amenazan o pegan
- Se rién de mí porque me gusta jugar al ordenador y me llaman «niño rata”.
- En el colegio se ríen de mí porque soy gordita y me llaman vaca y fea.
También es muy común el romper, robar, tirar alguna posesión, como tirarle a la basura el estuche, o pisar su mochila, pasarse sus cosas impidiendo que las recupere, etc.
Si tienes problemas de estas características no dudes en verbalizarlo y ponerlo en conocimiento de familiares para buscar una solución adecuada en la mayor brevedad posible.
Os dejamos algunos recursos con los que ponerse en contacto en caso de sufrir buylling:
- Línea de ayuda gestionada por INCIBE (Instituto Nacional de Ciberseguridad) a través del IS4K (Internet Segura For Kids), como parte de las competencias propias del SIC-SPAIN, co-financiado por la Unión Europea. Atención telefónica (017) y online sobre temas relacionados con internet y menores (ciberbullying, sexting, grooming, privacidad, ciberseguridad, comunidades peligrosas, contenidos perjudiciales, etc.).
- Fundación Anar – 900 018 018