Algo más que un click

En el cuento Orgía Fantástica, de Carlton Mellick III, el protagonista acude a una sesión especial del sexclub La Semilla del Diablo, la sesión de La Noche de las Enfermedades de Transmisión Sexual; estas has evolucionado durante los últimos años de manera extraña, de tal forma que implican modificaciones corporales: una te cambia el color de los pies, otra hace que te crezcan los dedos de los pies, y la que te vuelve la piel traslúcida. El protagonista, que tiene la infección Pene Parlante (al tener una erección, su pene sintoniza una emisora de radio especializada en tertulias de ultraderecha), también quiere adquirir la del Pene Vibrador, a petición de su novia y amenaza de abandonar la relación si no la consigue. A lo largo del cuento, el resto de personajes presentan sus infecciones y las que quieren adquirir, hasta un punto en el que toda esta experiencia, que bien pudiera proclamar una oda a la diversidad, se vuelve reiterativa y falta de emoción, aparte de compleja y con riesgo de embrollo. El protagonista, de quien no sabemos su nombre ni su descripción física, salvo que tiene Pene Parlante, desaprovecha las oportunidades que se le presentan y acaba exasperado buscando entre las notas de las asistentes si figura la infección deseada.

Carlton Mellick III, uno de los autores de mayor prestigio en el subgénero de lo bizarro, realiza una deformación grotesca, pero no por ello irreal, de lo que conlleva buscar amantes en función de etiquetas enunciadas mediante dispositivos impostados, etiquetas que nos llevan a motorizar fantasías, etiquetas que proporcionan (falsa) seguridad, etiquetas que cercenan la experiencia de un encuentro sexual, etiquetas que en principio se nos venden como facilitadoras del arca perdida, pero que nos impiden precisamente encontrar aquello que dota de sentido a nuestras experiencias. Y, a fin de cuentas, ¿no son éstas etiquetas de las que se burla el autor las que encontramos en redes sociales y aplicaciones de contactos?

Hace casi un lustro que empezaron a hacerse hueco webs diseñadas para personas con infecciones de transmisión genital (ITG): H-YPE, Positive Singles, Date Positive, H-Date, son algunas de ellas. «Si te han dicho que tienes herpes o VPH y sientes que tu vida ha terminado, bueno, estamos aquí para demostrarte que no es así. De hecho, es un comienzo completamente nuevo», se lee en H-YPE.

Y Hula, una red social para compartir si tienes una ITG o no, disponible en EEUU. En Hula cada usuario cuenta con un perfil público en el que pueden incluir los resultados de sus pruebas clínicas. Según Hula, la red social se creo para que revelar una ITG sea menos incómoda. La aplicación también permite encontrar una clínica donde hacerse los test, que luego se compartirán, ya que Hula pide la información a la clínica que el paciente ha elegido y publica los resultados en la aplicación, accesibles para el resto de usuarios.

Publicar resultados de analíticas en aplicaciones y redes sociales puede resultarnos exagerado, pero ¿hay diferencia cuando ya publicamos en las mismas la información de nuestro estatus serológico? Cada vez más recursos online de citas establecen la categoría de “Seroestatus” (No VIH/VIH) y de “Fecha de última prueba”. De esta forma podremos seleccionar que sean visibles sólo aquellas personas que hayan indicado que no tienen VIH. ¿Estamos ante espacios seguros o guettos que encierran?

Estas aplicaciones envían mensajes muy claros: “si tengo una ITG, lo tengo que publicar”; lo que termina por generar situaciones de estrés o rechazo; o   “las personas con ITG lo tienen que decir”; “las personas con ITG sólo pueden complementarse con personas con sus mismas ITG”. Y esto solo lleva a fomentar el estigma y la discriminación.

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Además, ¿dónde está la seguridad que proporcionan? Si vamos a tener sexo seguro, podemos disfrutar de ello con independencia de la ITG declarada. Y si no lo vamos a tener, ¿es suficiente dejar nuestra salud sexual en manos de lo que una persona comunica en una red social o en una app?; ¿y si esa persona tiene una ITG y no lo sabe?, recordemos que el 70% de las ITG que se diagnostican son asintomáticas; ¿y si tiene diagnóstico positivo, pero está tan cansada del estigma y del rechazo que prefiere no revelarlo o presentarse como persona sin ITG?

Con todo esto, dejamos nuestro cuidado sexual a parejas ocasionales: “puedo tener sexo desprotegido con esta persona, porque ha puesto en la aplicación que no tiene VIH y su última analítica fue el mes pasado…”.

Ante estas aplicaciones y redes sociales, deberíamos preguntarnos: ¿para qué sirven?, ¿qué efectos provocan?, ¿nos ayudan?

Todo esto lleva a una percepción mal asumida de nuestro contexto sexual, donde existen las ITG, pero no por ello nuestras experiencias deben limitarse, tengamos o no VIH u otras ITG. Recursos para evitarlas no nos faltan: preservativos, carga viral indetectable, erótica sin penetración… Si nos limitamos es por nuestras propias barreras, prejuicios, imaginarios que nos enmarañan; si nos limitamos es por aquellas cosas que están dentro de nosotros y nos lastran, no por las ITG.

Estas redes sociales y app se corresponden también con un modelo de sociedad relacional que, a medida que nos exige más transparencia, nos  aleja los unos de los otros. No se conocen personas, se consumen etiquetas y marcas. Si nos relacionamos mediante parcelas, nuestra experiencia acaba por ser parcelada.

Es necesario, frente a todo esto, aceptar con naturalidad nuestros contextos, con sus potencialidades y sus retos; el hecho de que haya redes sociales, etiquetas o perfiles que resitúan a las personas con ITG, nos indica que no aceptamos el reto de las ITG. Si hay un espacio donde se nos enuncia que “aquí sí se puede hablar”, habrá otros donde no se pueda; si se nos indica que ahí tienen que estar las personas con VIH que quieran tener encuentros sexuales o afectivos, también se nos indica que otros espacios no son suyos. Actuar con naturalidad es acabar con los prejuicios, desarrollarnos, descubrir(nos), vivir con más libertad.

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Una ITG no es un espacio relacional y tampoco proporciona una característica de una persona. A no ser que hayamos naturalizado las dinámicas de la serofobia,  una persona nos va a gustar o no con independencia de la ITG que declare Porque una ITG no es una característica vinculante.

En Apoyo Positivo defendemos que las ITG no se vean como un conflicto, sino como una cuestión a tratar dentro de las desigualdades en salud y la atención a la diversidad. La percepción social de las ITG son, también, una oportunidad para reflexionar sobre nuestro modelo relacional: ¿cómo son nuestras relaciones?, ¿qué buscamos?, ¿de qué hablamos cuando hablamos de sexo?