#MeToo es la campaña comenzada hace diez años por Tarana Burke, para visibilizar la violencia sexual sufrida por la gran mayoría de mujeres por hombres que siguen con sus vidas como si nada, porque… PUEDEN.
Decía la gran Nina Simone que ser libre es “vivir sin miedo”. ¿Cómo hacerlo en un mundo que no te considera parte de él, que no te cuida, valora ni protege?
No hay un día en que no amanezcamos con un nuevo caso de violencia de género (cuando no son varios), pero seguimos ignorando la magnitud del problema. Nos están violando, nos están matando. Ya sabemos que no todos los hombres son maltratadores (#NotAllMen), pero todas las mujeres han sufrido algún abuso a lo largo de su vida por parte de algún hombre (#MeToo). Es violencia estructural, nada de micro (como quieren llamar a los machismos que por cotidianos y “naturalizados” por gran parte de la población, no dejan de ser brutales y enormes, tanto que lo envuelven todo), el propio sistema en que vivimos sustenta esta violencia. Por tanto, si un hombre, al ver algún acto de violencia hacia cualquier mujer, no lo condena, está poniéndose del lado del que la ejerce.
Como explica Michael Kaufman: “El silencio de la mayoría de hombres, permite que una minoría maltrate mujeres”, yponemos la frase de un hombre blanco, cis y bien situado porque se le oye más que a las miles de mujeres que lo gritamos a diario.
A raíz de esto podríamos hablar de la doble violencia, cuando además de sufrir una agresión, las mujeres sufren la culpabilización de la misma: en casos de violación (en España cada 8 horas una mujer es violada), se cuestiona si la víctima había bebido, si había tomado alguna droga, si su ropa era de un estilo u otro. ¿Acaso le hacemos estas preguntas a la víctima de un robo?: “Llevaba usted una cartera de encaje rosa, ¿Qué esperaba?”
O cuando hay un feminicidio y se publica el nombre completo de la víctima con su foto, y del presunto agresor o agresor, ya condenado, sólo las iniciales y su cara borrosa.
Incluso en la propia redacción de las noticias:
“Mujer muere…”
“Mujer cae de un sexto piso…”
“Mujer aparece muerta…”
No nos morimos, ni aparecemos muertas, señoras y señores, ¡nos matan!
En este vídeo, Ana Isabel Bernal Triviño, profesora de la UOC y periodista, habla en el Congreso de los Diputados de la perpetuación del machismo en los medios: “El machismo vive y se fortalece porque se alimenta desde los medios de comunicación”.
Y si las mujeres no denuncian, (recordemos el teléfono gratuito de atención a las víctimas de violencia de género, que no deja rastro en la factura telefónica: 016), les decimos que por algo será o que así como quieren que les ayudemos. Si denuncian, aparte de sufrir todo el horror del proceso legal y jurídico, donde son cuestionadas, y en muchísimas ocasiones enfrentadas a sus maltratadores, tienen que escuchar que sus denuncias son falsas, menos del 0,001% frente a las referentes a seguros, donde las denuncias falsas resultantes en fraude ascienden al 37%.
No hay que pensar que las palizas son las precursoras de los asesinatos, lo son el patriarcado, la violencia diaria que queda impune, el terrorismo machista que debe ser nombrado como lo que es, terrorismo. Porque una media de cien mujeres asesinadas al año sólo en nuestro país (incluyendo en esta cifra sus hijas e hijos), suma la escalofriante cifra de 1.000 asesinatos machistas en diez años. Pero la sociedad no lo quiere ver, es más sencillo mirar para otro lado. ¡Basta ya!
La cultura de la violación, el acoso callejero, el manspreading, el mansplaining, nos recuerdan a diario que el espacio público no es nuestro (de las mujeres), y en el espacio privado… humillaciones, vejaciones, violencia económica, violencia sexual, la luz de gas (gaslighting), donde el maltratador hace dudar a la víctima de su cordura, su memoria o sus percepciones, etc., más lo que vemos en las noticias a diario. Como dice Pamela Palenciano en su gran monólogo: “No sólo duelen los golpes” y, por supuesto, “el amor no duele”.
En lo que llevamos de 2017 se han producido 90 feminicidios, 90 mujeres privadas de sus vidas por parte de los hombres, algunos de ellos, los que “decían” amarlas. Por desgracia, lo más probable es que cuando se publique este texto la cifra haya aumentado.
Las mujeres empezamos a unirnos, a conocer y disfrutar del amor sororo. Somos la mitad de la población, por separado somos maravillosas, pero juntas, podemos ser imparables. ¿Te unes a nosotras?